Desde aquella maldita tarde en que se
encontró de cara con ella no había vuelto a conciliar el sueño. Las pesadillas
acechaban sus noches. Eran demasiadas las tazas de café que llevaba en el
cuerpo cuando decidió despejar su cabeza dando un paseo nocturno.
Salió a la calle con la mismas ganas que
un perro en pleno invierno, con el rabo entre las piernas y deseoso de cumplir
su objetivo para volver al cálido hogar. Se encendió un cigarrillo, pensando al
mismo tiempo en dejarlo cuando ese paquete se acabara…de esto ya hacía unos
cuantos paquetes…
Andaba silencioso pensando en ella y en
cómo controlar aquel pensamiento cuando de pronto alguien tropezó con él y de
la manera más tonta cayó al suelo en una de esas caídas que muchos quisieran
tener grabadas para luego enseñarlas a los amigos y reírse sin compasión. Ella
iba demasiado deprisa mirando el móvil como para darse cuenta de que un triste
y solitario alma en pena paseaba sin rumbo en su misma trayectoria.
En el suelo aún, se miraron, se echaron
a reír y buscaron entre risas su móvil. Él encontró sin saberlo, el final de
sus pesadillas, un final con principio feliz…